Un hombre de 40 años falleció como consecuencia de una perforación de esófago producida por haberse tragado una espina de pescado.
La perforación se produjo por una tardanza en la atención, si bien también hubo un comportamiento reprochable al enfermo que pese a una primera atención no volvió a requerir ayuda médica en los siguientes días.
Los magistrados califican la actitud del paciente como temeraria, y por dicho motivo atribuyen parte del daño a su comportamiento reduciendo la indemnización de 300.000 a 60.000 euros.
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